Así se forjó la anterior República

Este año me encargaré de las riendas del Estado, acto de gran trascendencia tal y como están las cosas; porque de mí depende si ha de quedar en España la monarquía borbónica o la república. […] Pero también puedo ser el rey que no gobierne, que sea gobernado por sus ministros y, finalmente, llevado a la frontera […]
Diario personal de Alfonso XIII (1902)

Como un viejo árbol podrido, la monarquía de 1930 sufrá serios problemas para sostener su propio peso. El peso de su pasado.

Ya en 1923: ante un régimen que había empujado a medio país al hambre buscando el enriquecimiento rápido; Los movimientos obreros amenazaba con la Revolución inmediata. Mientras, intelectuales de peso como Nin hablaban de organizar un partido bolchevique para asaltar el poder; Por si fuera poco, España sufre en Annual la mayor derrota de su historia militar en África, y parece clara responsabilidad directa del Rey.

El Rey Alfonso XIII, entre la espada y la pared, reacciona a la desesperada y organiza (o, como mínimo, incita) el golpe de estado del general Primo de Rivera. La enérgica mano del dictador mantendrá la monarquía una década más… a rebufo de la buena coyuntura económica internacional. Pero con el crack de Nueva York y la crisis que le sucederá, los grandes defectos del régimen quedarán claramente expuestos (particularmente su enorme ineficiencia y su omnipresente corrupción)

En enero de 1930, manoteando por no hundirse con él, el Rey decide deshacerse del general que le salvó siete años antes. Se trata de un desesperado intento por impedir que su caída le arrastre. Tras Primo de Rivera, y durante quince meses, probará con un nuevo general y con varios gobiernos de concentración que, en realidad no tendrán ninguna oportunidad.

Y es que la dictadura no sirvió para consolidar la monarquía como pretendía Alfonso XIII. Al contrario. La acción de Primo de Rivera destruyó gran parte del poder de los caciques que sostenían la «Democracia Parlamentaria» anterior, al quitarles su acceso al reparto de puestos. Y su brutal persecución del anarquismo permitió al socialismo hacerse con la mayoría del movimiento obrero. Gracias a ello, las fuerzas republicanas burguesas se organizaron y forjaron sólidas alianzas con los movimientos obreros. Ambos grupos se odiaban entre sí, pero odiaban más la dictadura y, por extensión, a la monarquía que la había amparado.

En agosto de 1930 se firmará el Pacto de San Sebastián, en el que las distintas fuerzas republicanas, las fuerzas nacionalistas catalanas y vascas, un socialista y varios ex-monárquicos decepcionados por la dictadura nombrarán todo un gobierno en la sombra.

La alianza entre las fuerzas republicanas y obreras sería demasiado poderosa como para ignorarla, especialmente desde que los principales intelectuales del país participan cada vez más activamente en la causa republicana (Unamuno, Machado, Ramón y Cajal, Ortega y Gasset y otros).

En un primer momento, los monárquicos intentarán negociar con ellos para convocar unas elecciones generales que elijan un nuevo parlamento monárquico. Pero unas elecciones al estilo de la monarquía no podían satisfacer a la oposición. Durante todo el largo periodo conocido como la Restauración las elecciones se habían «cocinado» por el Ministro de Gobernación que, diputado arriba, diputado abajo era el que decidía quien iba a gobernar la próxima legislatura. El caciquismo y el pucherazo eran norma habitual en un país en el que muchas circunscripciones ni si quiera llegaban a votar.

Al contar con la oposición de una masa ten importante (y tan ruidosa) de la población, tuvieron que anularse unas elecciones que no iban a servir para legitimar nada. Así que el gobierno de la monarquía se decidió intentarlo con algo más modesto, unas elecciones municipales para el día 12 de abril. La oposición de pronto decidió cambiar de táctica y aceptó participar si se garantizaba la libertad de prensa durante las elecciones. El gobierno se vio obligado a aceptar estas condiciones y la oposición, a la práctica, transformó las elecciones municipales en una especie de referendum sobre monarquía o república.

Los partidos monárquicos, gracias a sus prácticas habituales de manejo de votos, consiguieron la mayoría. Pero en las ciudades, allí donde los sindicatos impidieron eficazmente las manipulaciones, la victoria fue aplastante para los republicanos.

Cuando se empezaron a conocer los resultados, Alfonso XIII se encontró con que dos de sus mejores amigos, el Conde  de Romanones y el médico Gregorio Marañón, le insistían en la necesidad de abandonar el país. El Rey realizó algunos contactos telefónicos con distintos representantes del ejército. Pero estos no le perdonaban la traición a Primo de Rivera, cuando no eran activamente republicanos. El general Mola, luego implicado en el golpe de estado que inicio la Guera Civil, le insistió en que debía dejar el país.

Mientras tanto, a sus espaldas, Romanones y Marañón estaban negociando el traspaso de poderes a Niceto Alcalá-Zamora, el que había sido designado como presidente de la República por el pacto de San Sebastián. El día 14 de abril, los miembros del gobierno clandestino que estaban en la carcel, salieron de ella sin orden oficial y los que estaban en el exilio regresaban. Los acontecimientos se precipitaban.

En las calles las gentes repetían y vitoreaban los nombres del gobierno del Pacto de San Sebastían, como si fueran nuevos dioses que fueran a salvarles de su miseria. La Marsellesa, y el Himno de Riego sonaban por todas partes (incluyendo los cuarteles militares). En Madrid, una multitud derribo la estatua de Isabel II y la arrastró hasta el convento de las Arrepentidas.

Mientras tanto, una multitud amenazadora se arremolinó frente al Palacio de Oriente, donde vivía la familia real. Docenas de miembros de las Juventudes Socialistas formarán un cordón humano para impedir a la gente entrar en el palacio. Esa misma noche del día 14 de abril, Alcalá-Zamora le indicará al Rey que debe abandonar el país porque el nuevo gobierno no podrá garantizar su seguridad.

Alfonso XIII decidido a impedir una guerra civil (que sin duda habría perdido), decide irse esa misma noche. No abdicó, nunca llegaría a hacerlo. Daba igual. La hora de la República había llegado.

El día 15, el Rey desde el extranjero rogó a sus seguidores que acataran la República y reconoció que esta había llegado por la voluntad popular. La iglesia pidió respeto a las nuevas autoridades. Los nacionalistas de Macià (que en un primer momento habían proclamado la República Catalana y habían invitado a la creación de otras repúblicas que se unieran en una Federación de Repúblicas Ibéricas) aceptaron echarse atrás y esperar a la redacción de la nueva constitución y los anarquistas declararon que la República burguesa no iba con ellos, pero que tampoco la atacarían. La victoria era absoluta.

Para grandes masas de españoles, la República fue recibida como el paraiso. Simbolizaba el final de todos los problemas y el inicio de un mundo perfecto. La decepción, lógicamente, resultaría amarga.

Poco después se realizaron las primeras elecciones auténticamente democráticas de la historia de España. En ellas, los partidos monárquicos que tradicionalmente acaparaban la inmensa mayoría de los escaños se vieron reducidos a una representación meramente testimonial. Ya no habría marcha atrás. Sería necesario el shock de una larga guerra civil, abundante material extranjero y una horrible campaña de terror para forzar al pueblo español a aceptar la muerte su República.

2 Responses to Así se forjó la anterior República

  1. Migueltesorillo dice:

    Ni las elecciones durante la república fueron tam límpias, ni durante la monarquia fueron tan sucias.

  2. cracked dice:

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