Isabel la pechu… la católica

23 enero 07

Vale, lo reconozco, este artículo más que un artículo… es una gamberrada. Ya me conocéis 🙂

Pocos personajes de la historia española han sido tan mitificados como Isabel I, conocida como la Católica. Podrían escribirse páginas y páginas sobre sus supuestos méritos como política y economista que, ni de lejos, se ajustan a la realidad. Pero eso lo dejo para otro día, que es más aburrido, hoy voy a hablar de la visión que se nos ha trasmitido de ella como mujer sosa y austera, capaz de no cambiarse de camisa mientras durara el asedio de Granada, ¡Ja!

Ya con dieciseis añitos nos aparece bailando ante la corte junto a sus damas de compañía, vestidas todas ellas de musas que suplican a los altos dioses por el hado del hermanito de Isabel. No muy bien suplicado, habría que deducir, ya que el pobre chaval murió poco después. Pero el gusto del baile lo llevaba en el cuerpo, apesar de las recriminaciones de su confesor Fray Hernando de Talavera del que se conserva una encendida carta recriminatoria sobre la descocada forma como celebró en Barcelona la toma de Granada.

Lejos de su imagen de austeridad, los libros de contabilidad de Palacio que se conservan nos muestran importantes partidas dedicadas a la ropa de la reina, sus calzados y sus peinados, que no había semana que nos cambiara de peinado la mujer.

Era su ropa de la más lujosa calidad y de la más amplia variedad, oscilando entre el gusto castellano-morisco y el francés que empezaba a ponerse de moda. Poseía la Reina nutridos dones que gustaba insinuar con amplios escotes y uso y abuso de las transparencias. Pero su perdición eran los llamados verdugos, esqueletos metálicos que ahuecaban las faldas incitando las críticas de la iglesia. El mismo confesor de la reina, ya mencionado, defendería ardorosamente la necesidad de su prohibición «por tratarse de un hábito muy vano y sin provecho, ya que ni cubre ni abriga; además de ser muy deshonesto y muy desvergonzado, porque muy ligeramente descubre y muestra las piernas, pies; las cuales partes, la naturaleza, uso común y universal de todo el mundo desde el principio del, quiso que las mujeres traxesen cubiertas, guardadas y ocultas»

Era la católica reina de Castilla y reina consorte de Aragón amante de la buena música y gustaba de viajar siempre acompañada por un discreto cortejo entre los que encontramos 20 cantantes, 2 organistas y de unos 15 a 20 muchachitos para hacer coros.

Pero quizás su más íntimo pecadillo era su gran gusto por las novelas sentimentales y libros de caballería. Poseía, incluso, obras que eran consideradas de caracter erótico e incluso una biografía de Esopo ilustrada con dibujos obscenos.

No hagais caso a los carcas, nuestro «glorioso pasado» no fue tan gris como ellos lo pintan 🙂

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