La II Guerra Mundial, la mafia, los yankees y la Guerra Fría

19 junio 07

En tiempos de guerra, todo aliado es un amigo. Y mientras se enfrentaba a la todopoderosa Alemania del III Reich, los estadounidenses no tenían reparos en aliarse con todo aquel que pudiera prestar alguna ayuda.

En el caso particular de Sicilia, esa ayuda tenía el rostro mafioso. La Cosa Nostra había sido arrinconada y perseguida por el fascismo, pero mantenía toda su estructura y su red de contactos oculta, esperando el momento. Los estadounidenses no tuvieron reparos en utilizar la propia mafia norteamericana para contactar con sus «primos» sicilianos. Y cuando el 10 de julio de 1943 los primeros soldados británicos y estadounidenses pusieron pie en la isla, no es fácil cuantificar la ayuda que los mafiosos sicilianos pudieron prestar, pero todo parece indicar que sin ellos el desembarco habría sido mucho más complicado.

Se sabe que famosos mafiosos yankees, como Lucky Luciano, Vito Genovese o Genco Russo, se involucraron personalmente en la empresa y el primer jefe del gobierno militar aliado en Sicilia sería Charles Poletti, un coronel del ejercito norteamericano con turbios contactos mafiosos.

Siempre que se invade un territorio extranjero, es costumbre intentar crear una élite propia del país que colabore con la ocupación. En este caso, los norteamericanos no tuvieron que pensar mucho y los propios capos mafiosos se harían con el control del gobierno a cara descubierta. En algún caso, algunos capos fueron nombrados alcaldes de sus respectivas poblaciones.

Armado por los estadounidenses y bajo la bandera roja y amarilla, un ejército de sicilianos, con mandos como el coronel Giuliano (famoso bandido que fue llamado «el Robin Hood siciliano») combatirá contra los nazis en nombre de Sicilia, a la que pretenden incluso separar de Italia para crear una nueva Malta o, incluso, incorporarse a los Estados Unidos como paraiso fiscal. Su ejército recibirá el nombre de GRIS-EVIS (Gioventú Rivoluzionaria per l´Independenza della Sicilia – Esercito Volontario per l´Independenza Siciliana)

Pero los tiempos corren en su contra. Una vez situado un gobierno pro aliado en Italia, los estadounidenses no consideraron que seguir alentando las aspiraciones separatistas de los sicilianos fuera buena idea. La mafia, pragmática como siempre, se limitará desde entonces a mantener el control sobre el ejército siciliano y convertirlo en una especie de guerrilla que utilizaran contra sus rivales, de izquierdas.

Porque los tiempos cambian con la llegada de la democracia. La nueva Italia cuenta con un poderoso partido comunista y un partido socialista muy radicalizado que pretenden hacer una reforma agraria a favor de los campesinos. Eso es algo que los mafiosos, emparentados con los grandes terratenientes, no van a tolerar, y especialmente desde la victoria de las izquierdas en Sicilia, emprenderán una campaña de terror contra los campesinos y los partidos de izquierdas.

El propio Salvatore Giuliano, al que no mucho antes llamaban el «Robin Hood siciliano» organiza la matanza de Portadella della Ginestra, en el que 67 campesinos fueron ametrallados por celebrar el 1 de mayo de 1947.

Italia estaba bajo él área de influencia aliado, y al igual que la URSS no iba a permitir que Polonia tuviera un gobierno democrático, los EEUU no dejarían a los italianos alcanzar el comunismo, ni si quiera un comunismo democrático.

La nueva derecha que ocupará el poder en esa Italia a la que no se permite a la izquierda gobernar será un gran conglomerado protagonizado por los democrata-cristianos y con gran cantidad de mafiosos y antiguos fascistas en sus filas. El enemigo común ahora es el comunismo y los antiguos enemigos ahora son amigos. Pero con su imagen de democracia, los nuevos gobernantes no querrán que se recuerde su pasado con los grupos armados que asesinaban campesinos alborotadores. El resultado es una serie de persecuciones policiales en las que el perseguido moría en un «tiroteo» o con personas que morían misteriosamente en las cárceles. Lo primero fue lo que le sucedió a Salvatore Giuliano (el Robin Hood – caricero de Portadella della Ginestra). Lo segundo fue lo que le sucedió a su segundo, envenenado por un café.

Italia mantiene con España la particularidad de que su estrema derecha fascista no fue destruida, como sucedió en países como Francia o Alemania, sino que se disfrazó de derecha moderada y democrática. Seguramente por ello Italia comparte con España la particularidad de tener unas derechas que cuando gobiernan sufren tics autoritarios y cuando están en la oposición amenazan con recuperar el poder «sea como sea».

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La aventura de Galvao, un pirata en el Caribe del sXX

7 junio 07

(Vale, lo reconozco, el título ha sido un burdo intento de atraerme visitas aprovechando el tirón de Piratas del Caribe III :P, pero tengo buenos pretextos para ello, que así fue definido por el régimen de Salazar)

Acababa de dar inicio el año 1961. Después de la II Guerra Mundial, toda Europa había sido limpiada de esos regímenes fascistas que Mussolinni y Hitler habían sembrado por todas partes. ¿Toda? ¡No! La Península Ibérica resistía todavía a la Democracia, la Libertad y todo lo que tuviera relación con el sentido común. Franco y Salazar, como firmes monumentos a la Sinrazón, habían conseguido salvar a sus régimenes de la oleada antifascista que barrió a los nazis.

Pero los pasajeros del trasantlántico Santa María eran un poco ajenos a todo esto, ya que, aunque el buque era portugués, ellos eran mayoritariamente anglosajones y no vivían en una dictadura política (tan sólo una dictadura económica como bien sabéis).

Así que para ellos fue un tanto sorprendente cuando, en plenas aguas del Caribe, 24 exiliados portugueses y españoles capitaneados por Henrique Galvao asaltaron el barco, se hicieron con él y proclamaron que apartir de este momento cambiaba su nombre por el de Santa Libertade y se colocaba al servicio de la libertad de Portugal, de España y la independencia de sus colonias.

El plan de Galvao era sencillo. El barco tenía destino a La Florida, donde no le esperarían hasta unos días después. Llamando por radio y anunciando problemas técnicos podrían ganar un par de días más, con lo que tendrían tiempo suficiente para alcanzar las colonias portuguesas en África sin que nadie se imaginara su presencia por aquellas aguas.

Una vez en África, Galvao contactaría con elementos del ejército portugués que le estaban esperando, y empezaría una sublevación que, esperaba, se extendiera por el resto del ejército. Sus hombres eran un tanto mayores, pero lo compensaban con sobrada experiencia (la mayoría eran veteranos de tres guerras antifascistas: la «de España» contra Franco, la II Guerra Mundial contra Hitler y Mussolinni y la Revolución Cubana contra Batista) y a Galvao le constaba que entre los soldados más jóvenes, reclutados a la fuerza, no le sería desagradable la posibilidad de un cambio.

Pero hubo un imprevisto en el abordaje. Galvao contaba con que su aplastante superioridad numérica y armamentística fuera suficiente como para que los marinos rindieran el barco sin lucha, al fin y al cabo era un trasantlántico de lujo, no un buque militar. Pero algunos de los marinos estaban armados y se produzco un pequeño tiroteo que acabó con dos de ellos malheridos.

Uno murió poco después, y el otro necesitaba urgentemente ser hospitalizado. Ante Galvao se abrío una horrible disyuntiva. Si tocaba algún puerto para dejar al herido, todo el mundo sabría lo sucedido y no podría llegar en secreto hasta África. Por el contrario, no podía dejar morir a aquel hombre. No sólo por motivos humanitarios, también porque para su causa era fundamental ganarse la simpatía del mundo libre, y realizar asesinatos de civiles no era el mejor camino para ello. Así que el Santa Libertade desembarcó a su herido en la primera isla que se encontró, y los periódicos de todo el mundo contaron la historia al día siguiente.

Ahora la disyuntiva se creo en otras esferas. Reinaba por la Casablanca el Presidente Kennedy, un hombre que tenía muy claro que eso de la libertad y la democracia estaba muy bien para que se lo creyera el vulgo, pero que lo realmente importante era luchar contra la Unión Soviética. Y claro, el gobierno de Salazar era un fanático enemigo de la URSS ¿por qué permitir al pueblo luso tener una democracia? ¿y si le daba por votar a alguien que no viera tan mal a los rusos? No, no, no podía permitirse que la aventura de Galvao tuviera éxito, no fuera a ser…

Pero claro, Galvao se había presentado como un defensor de la libertad. Trataba con gran amabilidad a los pasajeros secuestrados, comportándose como un verdadero gentleman ¡hasta hablaba inglés a la perfección!. Se ganó el corazoncito del pueblo norteamericano y para un presidente tan populista como Kennedy no era fácil ir contra él de una forma directa. Ante esta incertidumbre, la armada estadounidense se dedicó a conocer en cada momento la localización del trasantlántico y a facilitarle esa información a sus buenos amigos en Portugal.

Para su desesperación, Galvao vio como un destructor norteamericano le seguía permanentemente. Sabiendo que le sería imposible evadirse de un buque mucho más rápido que el suyo, decidió tomárselo con filosofía y se dedicó a invitar al almirante estadounidense a tomar el té. Este tuvo la ocurrencia de aceptar (varias veces) y de relatar a la prensa norteamericana lo maravilloso anfitrión que era el portugués, para desesperación de Kennedy. Le sería imposible criminalizar a Galvao.

Por si fuera poco, un periodista norteamericano cometió la audacia de saltar en paracaidas sobre el buque, y Galvao le concedió una entrevista, total, por ese buque ya pasaba todo el mundo. Lo de desembarcar en África cada vez se ponía peor.

Pero los días fueron pasando mientras el buque seguía rumbo a África, y la situación era cada vez más insostenible. Empezaba a existir una cierta presión mediática relacionada con los pasajeros. Vale que les tratara como un gentleman, pero eran personas con sus vidas que seguramente querrían salir del peligro. Por otra parte, se encontraba cerca un buque de la armada portuguesa y no parece que su almirante quisiera tomar el té con Galvao.

Al final Galvao tuvo que rendirse a la evidencia y giró rumbo a Brasil, para dejar marchar a los pasajeros y luego volver a África. Como era de esperar, le resultó imposible. Fuerzas portuguesas se quedaron esperando al trasantlántico dispuestos a echarlo a pique en cuantito saliera a aguas internacionales. Ya no tenía pasajeros que sirvieran de escudo.

Se dice (aunque yo nunca he encontrado confirmación) que la URSS tenía en la zona tres submarinos nucleares con órdenes (y capacidad) de defender al Santa Libertade. Pero si los rusos intervenían, los yankees se verían legitimados a hacerlo a su vez. Al fin y al cabo, la justicia internacional estaba con Salazar, el Santa María era un buque portugués que había sido asaltado ilegalmente.

Galvao comprendió que no tenía sentido seguir con este asunto y acepto el asilo político que le ofreció el gobierno brasileño para él y sus hombres.

Visto con perspectiva, aquello parece una loca aventura, absolutamente romántica y, como suele suceder, con casi ninguna opción de haber tenido éxito.

Sin embargo, no debemos olvidar que ese ejército con el que Galvao quería contactar fue el mismo que acabaría derrocando a Salazar. El 25 de abril de 1974 los jóvenes soldados que no querían ir a África a luchar por una patria que no les representaba, ocuparon los principales edificios de Lisboa y salieron a la calle a decirle a la ciudadanía que, por primera vez en 50 años, el ejército portugués estaba con ellos y no contra ellos. Se cuenta que una anciana le dio a un joven soldado un clavel y que este lo puso en su fusil, muchos siguieron su ejemplo y desde entonces ese día impresionante ha sido conocido como La Revolución de los Claveles.

[ACTUALIZACIÓN: Johansolo me chiva que existe un documental sobre este tema. Aquí tenéis un link que me ha dado él por si queréis, ejem, si queréis saber más cosas sobre el domcunetal.]

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