EL EXPERIMENTO SOVIÉTICO: 2- La Revolución en la periferia

(viene de…)

Era 1917 y la Gran Guerra llevaba tres años destruyendo Europa.

Mientras los grandes empresarios hacían fortunas inimaginables hasta la fecha, los pueblos europeos sufrían un hambre que no se conocía desde épocas muy distintas. Se estima que un 40% de las mujeres de Viena sufrieron faltas anormales en su periodo a causa de la desnutrición. La mayoría de la ropa que llevaban los alemanes estaba hecha con derivados de la ortiga y la mayoría de sus zapatos de madera. Tanta fue la carestía que en España, país que tuvo la fortuna de no participar en la guerra, se conoció el año 17 como «el año del hambre».

Pero, probablemente, los países en los que más sufrimiento estaba soportando la población era aquellos que pertenecían al Imperio Ruso. Un imperio subdesarrollado que tenía el ejército más numeroso del mundo pero también el más ineficaz. El campo ruso, anclado en los métodos tradicionales, apenas había conseguido superar la etapa de subsistencia y cuando la mayoría de los campesinos fueron movilizados para el esfuerzo bélico, toda Rusia sufrió una brutal carencia de alimentos.

Por si fuera poco, a los demás contendientes les quedaba la ilusión de ver como sus esfuerzos se veían recompensandos de vez en cuando por alguna victoria, mientras que los rusos tan sólo habían conocido derrota tras derrota.

Millones de campesinos que jamás habían salido de sus aldeas eran introducidos en un tren que les llevaba a miles de kilómetros para unirse al ejército donde sin botas, y a veces sin fusil, eran arrojados frente a un ejército alemán bien preparado y equipado que les aniquilaba con facilidad.
Para los dirigentes rusos, la única experanza pasaba por una victoria en Occidente de las fuerzas franco-británicas. Para los rusos de a pie, la única experanza era sobrevivir un día más.

El Zar Nicolás II ya era sumamente impopular antes de la guerra, especialmente desde su participación en la represión de la Revolución de 1905. Las derrotas militares acabaron de perfilar un ambiente insostenible. Rusia era un polvorín, y el polvorín estaba apunto de estallar.
Era evidente que Rusia estaba al borde de la Revolución, el problema era ¿qué revolución?

Según el marxismo clásico se consideraba que la humanidad debía pasar por una serie de etapas o Modos de Producción progresivamente más justos. El imperio de los zares vivía inmerso en lo que sería definido como Modo de Producción Feudal y, por lo tanto, antes de alcanzar el Socialismo debería pasar una fase Capitalista. Pero ya desde los tiempos de Marx se especuló con la posibilidad de que ante su retraso, quizás Rusia podría saltarse al Capitalismo y realizar su transición directamente al Socialismo.

Esta teoría se basaba en la hipótesis de que el resto de Europa, más avanzado, realizara antes sus respectivas revoluciones socialistas.

Pero ante el retraso de los proletarios europeos, un grupo de socialistas rusos empezaron a desarrollar la teoría de la Revolución en la Periferia. Según esta, las revoluciones se producirían siempre en las regiones más atrasadas, forzadas a encontrar la forma de superar su retraso. Lejos de quedarse a la espera, Rusia debía liderar la Revolución mundial. Resulta curioso observar que los defensores de esta teoría hablaban también de la posibilidad de que la Revolución se produjera en China.

El partido Socialista se dividió en dos tendencias a causa, principalmente, de esta teoría. Los que la defenderían se llamarían Bolcheviques, y serían liderados por Lenin. Los que creían en un marxismo más ortodoxo serían Mencheviques y Kerensky sería su lider.

Ante la inminente desintegración del poder central, tres grupos sociales comenzaron la lucha abierta por el poder: Los aristocrátas que, aliados con la Iglesia Ortodoxa, intentan mantener el régimen feudal; La escasísima burguesía de caracter liberal y el no mucho más numeroso proletariado y sus sindicatos. Aisladamente, los aristocrátas seguían manteniendo un poder mucho más fuerte que los otros dos, pero faltaba una fuerza más. Una fuerza que no organizó la toma del poder, pero que tuvo una importantísima importancia desintegradora. El campesinado.

La Revolución Rusa tuvo la originalidad de ser la primera revolución realizada por campesinos (así debía ser en un país poblado en un 95% por campesinos). O al menos así ha sido siempre analizada. En mi opinión no fue tanto. La Revolución Rusa no fue más que una revuelta campesina como tantas habían vivido todos los países europeos en su etapa feudal. Una revuelta que es capaz de derribar al poder pero que, ante su imposibilidad para ocuparlo, acababa derivando en un régimen semejante al anterior. Pero esta vez, si bien los campesinos eran igualmente incapaces de ocupar el poder, existían otros dos grupos que sí que lo eran. Los burgueses liberales y los proletarios bolcheviques.

En un primer momento, la Burguesía se hace con el control del poder y parecen tener posibilidades de consolidarse. Cuentan con el apoyo de los mencheviques, que siguen pensando que Rusia no está preparada para una revolución proletaria y por lo tanto deben ayudar primero a producirse la revolución burguesa. Cuentan también con una cierta pasividad aristocrática que les tiene mucho más miedo a los bolcheviques que a ellos.

Pero la victoria no es absoluta, en las principales ciudades (especialmente en Petrogrado) se forman los soviets. Organización sindical radical que ya había surgido en 1905 y que funciona de una forma democrática entre todos los obreros. Los soviets, en un primer momento sumisos, empiezan a crear un estado paralelo que el gobierno central nunca podrá dominar. Especialmente desde que el regreso de Lenin a Rusia serviría para organizar al disperso partido bolchevique.

La burguesía se hizo con el control del gobierno gracias a la guerra, pero aquí empezaría su principal problema. Sabían muy bien que si intentaban firmar la paz con Alemania el Reino Unido y la República Francesa reaccionarían con violencia ante lo que intuirían como una traición. Teniendo en cuenta que Rusia estaba sumamente endeudada con sus aliados, esto era algo muy peligroso. Enfrentados entre dos opciones imposibles, los burgueses decidieron continuar la guerra pero, sabedores de las consecuencias que podría conllevar una decisión tan impopular, nombraron a un socialista, Kerensky, como ministro de la guerra.

Cada día de guerra volvía más debil al gobierno burgués y más poderoso al movimiento soviético. Especialmente desde que el enfrentamiento soterrado se convirtió en guerra abierta tras la exijencia de Lenin «¡Todo el poder para los soviets!»

Los países del Etente, preocupados sobretodo por el mantenimiento del frente ruso, corrieron a abandonar a su antiguo aliado el Zar y reconocer como gobierno legítimo al gobierno revolucionario burgués. Pero esta legitimidad internacional desmentía lo que estaba pasando entre las fronteresas rusas.

El gobierno tenía el control de Moscú. Pero San Petesburgo pertenecía a los bolcheviques, grandes zonas rurales seguían en manos de los zaristas y el resto del país estaba sumido en el caos. El propio ejército era campo de batalla entre los tres bandos.

Desesperado, el gobierno burgués realiza su último intento de acercamiento a los soviets nombrando a Kerensky primer ministro. Rusia, el país más atrasado de Europa, sería el primero con un primer ministro socialista.

El claro aumento de la influencia socialista en todo el país hará crecer las esperanzas de los más miserables. Por todo el campo ruso se expanderán los rumores de repartición de tierras, y los soldados campesinos aumentan todavía más sus deserciones ante el miedo de que se produzcan reparticiones en sus pueblos y ellos no estén presentes para reclamar su parte. El frente se hunde y con él se hunde el gobierno.

En un intento desesperado, Kerensky negocia una alianza con Kornilov, importante general zarista y facilita el avance de este contra San Petesburgo, capital de los soviets. Los agentes soviéticos, sin embargo, consiguen infiltrarse en el ejército reaccionario y acabará provocando una revuelta en su mismo seno. El ejército de Kornilov se pasa en masa al bando soviético y, por primera vez dotado de un brazo armado, este pasará rápidamente al contrataque. Kerensky se verá desligitimado al demostrarse su acercamiento a los zaristas y se verá obligado a huir a los EEUU.

En la llamada Revolución de Octubre (el 17 de noviembre según nuestro calendario) de 1917, el partido Bolchevique alcanzará el poder, pero todavía estará lejos de consolidarlo.

(continuará)

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