EL EXPERIMENTO SOVIÉTICO: 1- Ni guerra entre pueblos ni paz entre clases

Acababa de nacer el sXX y Europa se encaminaba al desastre. La tensión entre dos poderosos bloques (el Imperio Britántico, la República Francesa y el Imperio Ruso por un lado y el Imperio Alemán y el Imperio Austro-húngaro por el otro) era ya inaguantable y en cualquier momento cualquier pequeña excusa podría desembocar en la mayor guerra jamás conocida hasta entonces, la Gran Guerra.

Nada parecía capaz de detener el inminente conflicto… bueno, casi nada.

El Movimiento Obrero Internacional, personalizado en la II Internacional, afirmaba que ellos podrían parar la guerra. La guerra era, para el movimiento proletario, un problema de egos capitalistas, el choque entre distintos imperialismos en la que los trabajadores tendrían mucho que perder, pero nada que ganar. «Ningún obrero moriría para enriquecer a los grandes empresarios». «El enemigo no era un obrero del país de al lado, sino el explotador de cualquier país». «La guerra es un negocio entre personas que no se conocen pero se matan entre sí en beneficio de personas que sí se conocen pero no se matan». «A la declaración de guerra, los trabajadores responderían con la declaración de la Huelga General» o, lo que es lo mismo, con la Revolución. «Ni guerra entre pueblos, ni paz entre clases».

Hubo momentos en los que llegó a parecer que efectivamente tal utopía era posible. Una de las claves por las que la guerra tardó tanto en estallar es el tiempo que los distintos gobiernos necesitaron para asegurarse que los sindicatos no paralizarían su industria bélica y les arrastrarían a una rápida derrota. Contra ellos tenían un poderoso armamento… el Nacionalismo.

Si el sentimiento socialista era poderoso, también lo era efervescencia nacionalista y xenófoba. Todo tipo de argumentos eran válidos para aumentar el odio de cada potencia contra las potencias vecinas, desde las teorías raciales o históricas hasta las progresistas (los socialistas alemanes hablaban del feudalismo zarista, los socialistas franceses de las ausencias democráticas en el país germánico)

En extremis, el nacionalismo consiguió ganarle la partida al internacionalismo y cuando estalla la guerra los obreros se alistan en el ejército y los diputados socialistas votan los créditos de guerra (con excepciones, como el diputado del SPD al que sus propios compañeros de partido quisieron fusilar por traidor a la patria)

Pero la victoria del nacionalismo sería tan ajustada que el internacionalismo flotaría permanentemente como una amenaza y aparecería con fuerza en momentos críticos de la I Guerra Mundial. Ya en la primera navidad de la guerra comenzarían estos coletazos, pero especialmente importante sería lo sucedido a finales de la guerra y, especialmente, apartir de la Revolución Rusa.

(continúa)

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